Entre los miles de actos públicos a los que asisto semanalmente, esta ultima semana he estado -y no es una broma a lo Hugh Grant- en un funeral y en una boda.
Y lo primero que se puede pensar de esto es: "¡menudo coñazo!"
Pues nada mas lejos de la realidad.
Ambos actos me parecieron de lo mas bellos y sinceros, alejados de las convenciones sociales y muy cercanos a la verdad de la gente implicada.
El funeral fue oficiado por un sacerdote católico en la iglesia de San Nicolas de Iruña. ¡Cual fue mi asombro cuando el cura mencionó datos y hechos de la vida del difunto! Este clérigo quiso dejar de lado (un poco) al oficio funerario clásico, para darle un toque mas personal al acto. También me encanto que dos de las nietas leyeran sus experiencias con su abuelo mientras se despedían de él en voz alta. Realmente emocionante y sincero. Totalmente real y precioso.
Fue, creo, el primer funeral del que no salí de mal humor por el constante cinismo de la curia.
Gracias y réquiem.
Días después mi familia y yo hemos asistido a la boda de unos amigos.
Realmente fue un día emotivo.
Aluciné en el momento del café, cuando, mientras me encaminaba a los servicios, me topé a un trio de gaiteros gallegos entrando al comedor para tocar para los novios (el padre de la novia es de ascendencia gallega). Realmente me conmovieron las lágrimas de los novios.
El climax emotivo del día fue cuando la novia entregó el ramo de flores a su abuela materna.
Realmente hermoso, simbólico y circular.
Entonces sentí la vida como un guión de una película. Imaginaba a las nietas mostrándoles sus respetos a su abuelo muerto y a la novia regalándole su ramo-de-novia a su abuela como parte de la misma historia. Una historia que nos recordaba quienes somos y que no podemos ser quienes queramos, solamente quien somos.
Y que sólo podemos ser felices si no nos olvidamos de ello. Bien sea para reencontrarnos con ello, o sea para poder dejarlo atrás
No lo olvidemos.
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