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blog absurdo

miércoles, 13 de noviembre de 2013

destierro de ustedes

Ayer me compre un libro que cuenta una de esas historias de niños de la guerra. Pequeños que fueron embarcados huyendo de la guerra y lejos de sus padres para que tuviesen alguna oportunidad de hacerse mayores. Como si de un exilio voluntario se tratase, hoy he tenido una sensación que me traía este tipo de despedidas a la cabeza; hoy nos hemos tenido que despedir de los padres de Mariana. Volvian a su pais despues de pasar un par de meses con nosotros. 

Vinieron a recibir a Maia, y ha pasar un tiempo aca.

Creo que ha sido un tiempo muy especial, tanto para los abuelos, como para nosotros. Y por supuesto para las niñas.
Enara ha tenido la suerte de vivir con sus abuelitos peruanos durante dos meses. Y no me equivoco si digo que le ha dejado huella. 
Cuando llegaron aca, todo fue emociones desatadas. "¡Abuelita, mira!... ¡Abuelito ven!", todo el dia Enara se sentía la niña mas especial del mundo; de repente tenía amona, aitona, abuelito y abuelita. ¿que mas se puede pedir?

En poco tiempo la euforia dejó paso a la cotidianeidad. Como si siempre hubiera sido asi, abuel@s, hija-yerno y nietas viviamos junt@s con toda la paleta de colores que supone eso.
Enara se adaptó muy bien a ver a su abuela como a una prolongación de su madre, pero fue diferente en el caso de su abuelito. De hecho, le hizo sudar. Enara ignoraba a su abuelo, no sabría decir muy bien porqué. Pero mi compadre Pancho no se rindió. Le traía chuces, le invitaba a jugar con el (ella lo seguía ignorando) y las pocas veces que accedía a jugar, Enara disponía a su antojo del abuelo, aún y todo, al dia siguiente volvía a ignorarlo.
Sin saber muy bien como, inventaron un juego a la medida de los dos. Enara adopto el rol de mama y el abuelito era su hijito. Le preparaba la comida, le contaba cuentos... de todo. Asi encontraron su lugar único que solo ellos dos comprendían y compartían. 
Bravo por Pancho. 

El tiempo paso, y octubre trajo a noviembre detras. Despedimos esta visita con un ritual familiar en el que los dos lados de mi familia dimos gracias por estar juntos, y celebramos el mero hecho de poder disfrutarlo. Algo que queríamos hacer hace tiempo, y que por fin se ha materializado

Pero hoy martes, llegaba la hora de despedirse. Es un dolor que casi no es dolor el de decir adiós. Es un dolor que duele mas tarde de darse el golpe, en frío. La despedida puede incluso ser dulce pero el vacio de despues, eso ya es otra cosa. Hoy la lluvia no paraba de caer, como un manto frio. Igual que un abrazo entre padres e hijos, de los que queremos que duren para siempre, pero que termina demasiado pronto y te deja con un frio mayor. No hay nada peor que ver sufrir a la gente que quieres. 
El avión se elevo y ya estaba hecho; los abuelitos se habían ido.
Enara quería jugar hoy al mediodia. Sin darse cuenta buscaba a su abuelito y lo llamaba. Sin darse cuenta ella estaba llorando e intentaba buscar al "hijito" del juego exclusivo abuelo-nieta. Pero el abuela estaba volando sobre nuestras cabezas. Y yo no podía llorar... y me daba rabia verla llorar, y no sabía consolarla... 

Estabamos otra vez solos. 
Realmente, por primera vez. Eramos una pareja con dos niños, y estabamos solos por primera vez.

Como los niños y niñas que se subían a un transatlantico para huir de la guerra sin más apoyo que el de unas institutrices, asi nos hemos encontrado hoy. Y no hemos sido nosotros los que hemos embarcado. Los abuelitos han subido al avión y nosotros hemos sentido, casi como un destierro, el  cariño enorme que se alejaba.

Un ocena de cariño, un cielo entero de risas, de buenos augurios y de enseñanzas de las que solo estamos empezando a aprender. Tendemos a tratar con mas cariño a los familiares lejanos, como si la distancia hiciese mas fuerte el vinculo o como si el verse poco no oxidara la relación. Eso es lo que te enseña la distancia; a tratar a los que ves a diario, como si mañana no fueras a verlos de nuevo. A seguir llamando, amor, cariño, linda, a la persona con la que compartes casa, vida y familia.

Gracias Ana y Pancho. 

Gracias por ser tan familia.





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